Aunque he tratado evitar temas controversiales – léase política, religión y fútbol – sería inadmisible no dedicarle un lugar en este momento a lo que cobra tanta importancia. A lo que en los últimos días ha ocupado tan gran espacio en nuestros medios. Sería injusto ignorar un semestre de enemistades y enamoramientos. Odioso pasar por alto la mediocre felicidad producto de la tristeza. Falso no hablar de la convivencia pasional entre la rabia y la tranquilidad. Egoísta no mencionar el sentimiento inestable entre la plenitud y el gran vacío. Sería imposible no hablar de esa recurrente pero efímera ilusión alimentada por esa inagotable fe.
Desde la primera vez que lo vi, tal como dice el cántico de las populares, nació ese fuego interior que puso a rojo vivo mi corazón. Dictó mi color y animal preferido. Ese 2-1 contra el Deportes Quindío, hizo que me enamorara a primera vista. Sino fue el primero, es con seguridad de mis recuerdos más antiguos. Desde ese entonces me llaman iluso, perdedor de tiempo, apasionado, ciego, soñador, engañado y a veces ingenuo. Es cierto, soy todo eso. Como no serlo siguiendo a un equipo que nunca he visto alcanzar esa lejana estrella. Siguiendo a un equipo que no tiene la hinchada más grande del país. Siguiendo un equipo que no es ajeno a la cochina mancha del narcotráfico y la corrupción. Siguiendo un equipo que su palmarés polvoriento se congeló hace 35 años. Siguiendo un equipo de pagos atrasados y deudas constantes. A pesar de todo, como no serlo, si cada lunes espero que sea domingo solo para poder ir a verlo entrar a la cancha y volver a sentir lo mismo que esa primera vez.
Por increíble que parezca, no estoy solo. Como yo, hay otros 7,000 de rojos corazones. Igual de idealistas y soñadores. La inmensa mayoría nunca lo ha visto dar esa anhelada vuelta. Como yo, son hinchas de corazón, sin razón. Como ser de otra cosa si es que a nadie le gusta perder. Solo ellos entenderán que significa ser hincha de este equipo. Solo ellos disponen de la locura suficiente para ser parte de esta parábola.
No lo niego. Probablemente el domingo 12 de diciembre nunca se me borrará. Esperé ilusionado desde el miércoles anterior. Fantaseando en nubes que nunca habían estado tan altas sobre lo que podía ser, sobre el que pasa si. Con una sonrisa que expresaba una mezcla entre emoción, alegría y nerviosismo me fusioné a la multitud que añoraba lo mismo que yo. La angustia y la impaciencia aumentaban a medida que pasaban los minutos. Cada uno de los 88 minutos que pasaron duraba una semana entera. Finalmente, pasó. Un vacío inmenso se adueñó.
Si hay algo aún más impresionante que ver 26,000 personas desenfrenadas, cantando al unísono, saltando, haciendo el estadio temblar, es ver a esas mismas 26,000 personas calladas, totalmente enmudecidas. Ni siquiera en un minuto de silencio había sentido el escalofriante sonido del silencio repicar tan fuerte. 26,000 almas se desmayaron al mismo tiempo. Por primera vez en mi vida, pude oír las voces de los jugadores del equipo contario celebrando. Me quedé esperando, tratando de entender que había pasado. Aún hoy no logro entenderlo. Es doloroso ver como en menos de un abrir y cerrar de ojos, la historia que ya se cree propia, pasa a manos ajenas.
Es probable que nadie lo pueda expresar mejor que ese predicador bohemio francés enamorado de Suramérica. La vida es una tómbola. Pero que maldita tómbola; un depósito en constante movimiento repleto de fichas esperando a ser alcanzadas por esa mano controlada por la diosa fortuna. Así también es el fútbol, su mejor símil, la fiel representación de tan irrefutable verdad aún más en nuestro país. Acá no existen líderes perpetuos como en el viejo continente. Acá, al parecer, todo recae en la aleatoriedad que proporciona el momento. El problema reincide en que ese momento siempre pertenece a otro. Como lo expresaba en días recientes Matador en su caricatura diaria en algún periódico de nuestro país, el momento para los nuestros toma forma fugaz. Parece además condenado a repetirse cada seis meses por toda la eternidad.
Al igual que a Matador, me contenta que el equipo les haya dado tanta alegría – nunca me hubiera imaginado cuanta – a tantas personas. Que les haya cedido el material necesario para trabajar y tratar de destruir lo que ya está devastado. Para los que disfrutan, adelante, ya sentimos lo peor. No hay nada que pueda hundirnos más. Me halaga que mis amigos se acuerden de mi en las malas. Gracias por sus llamadas y mensajes. Con los que he perdido un poco el contacto o con los que nunca he hablado de mi equipo, me agrada que se hubieran tomado el tiempo para escribirme a mi celular, a mis correos y a Facebook. Gracias también a los que compartieron chistes conmigo, hace mucho no me reía tanto. Espero que en las buenas estén también ahí. No tenía ni idea de la cantidad de personas que estaban pendientes del equipo. Que alegría saber que lo siguen tantos. Que alegría saber que no es que no les importe el fútbol colombiano, sino que solo necesitan la ocasión perfecta para acordarse que existe.
Me quedaré esperando como el idealista que soy, paciente e indefinidamente, que algún día pueda ver como lo ajeno por fin se convierta en propio. Seguiré siendo iluso, perdedor de tiempo, apasionado, ciego, soñador e ingenuo. En últimas, estoy seguro que cualquier cosa – incluso eso – puede pasar.
La vida es una tómbola y arriba y arriba.
A manera de aviso legal, entiendo que lo escrito acá pase desapercibido por la gran mayoría. Entiendo que no entiendan porqué muchas veces la pasión se sobrepone a la razón. Que nada de lo anterior califique como un “motivo”. Que sea incluso hasta ridículo y razón de burla . No me importa. Soy hincha de Santa Fe y como eso escribo.
Aunque yo también sea un iluso, perdedor de tiempo, apasionado, ciego, soñador e ingenuo, pero por el equipo cuyo color ya no dejan ver las grises nubes capitalinas, disfruté este blog como ningún otro.
ResponderEliminar2do intento.
ResponderEliminar"los que intentan destruir lo que ya està devastado. Para los que disfrutan, adelante, ya sentimos lo peor".
Pillo, lo felicito.
Pero sabe què problema tenemos? Que a "ellos", nùnca se les va a quitar las ganas de encochinarnos. Y eso duele mucho màs. Ademas estan logrando que cada dìa seamos menos y eso si es muy peligroso.
que grande esas palabras y me alegra q dentro de nuestra hinchdada pueda haber alguien con alguna actitud tan madura parq seguira nuestro equipo y no vive del que diran cada uno hace lo que quiere que grande sos compañero y como dicee hay arriba y arriba ire por santa fe por santa fe que grandes palabras.
ResponderEliminarmuy elocuente el escrito, expresa todo lo que sentimos los hinchas, que aunque nos critiquen ,o se burlen de nuestra pasion, siempre seguimos ahi, es la hora que el club responda con ese anehlado titulo
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