13 de septiembre de 2010

Del Arte del Piropo


El piropo, conteniendo un amplio espectro de atribuciones y variables maleables, debe ser considerado como una nueva rama de las disciplinas artísticas.

Usualmente cada 15 días, como si de un extraño culto se tratara, asisto fervorosamente al templo de cultura y pasión al que me inscribieron involuntariamente por primera vez hace ya casi dos décadas. En mi más reciente visita al santuario descolorido de la 57 – por estos días se encuentra más gris que nunca – el sermón, esta vez, llegó a su cúspide en el desfile de porristas frente a miles de feligreses acontecido justo en la mitad de la misa. Una explosión de sabiduría, creatividad y recursividad que me abrió los ojos. Me dejó en un estado inusual; entre estar conmovido y conmocionado. El conocido halago dirigido hacia las animadoras, tomó una dimensión desconocida que me llevó a reflexionar profundamente. Me dí cuenta que el piropo, sin lugar a duda, es un arte.

Es comparable, incluso, con las más aceptadas y respetadas disciplinas como la pintura, la música o la literatura. En esencia no difieren: son vehículos a través de los cuales se pretende expresar una visión del mundo, una idea o una emoción partiendo de características culturales específicas. La diferencia yace y se limita apenas por el recurso que se emplee. Existe una variedad de géneros que componen la materia y eruditos que han logrado llegar a la cima de su expresión.

Si nos remitimos  a la primera definición del diccionario de la real academia española, detallan el piropo como una piedra fina de color rojo fuego, un rubí. Aunque acá, por lo menos para la mayoría de gente, adopta un significado un poco diferente - un cumplido, usualmente acompañado de un símil o una metáfora hecho a otra persona para ganar su voluntad y subir la moral – la primera definición no deja de ser cierta. Claramente existen unas joyitas de piropos, unos verdaderos rubís.

Así como existe el impresionismo, el surrealismo y lo abstracto en el arte, el bolero el pop y el reggae en la música y el narrativo, el poético y el dramático en la literatura, el piropo posee géneros que dividen su amplio campo de acción.  Aventurándome a crear la primera división de este nuevo arte, diría que el criterio de clasificación depende no sólo del contenido del mismo sino del tono de voz utilizado al emitirlo y el objetivo deseado. Crearía tres géneros.

El tosco o rústico. Este es la forma de arte más popular. Encontrado en abundancia en lugares públicos que tienen gran afluencia y movimiento de gente, en su mayoría integrantes masculinos. El estadio, las construcciones y los afiches que sirven de decoración en las fondas paisas son buenos ejemplos. Por lo general, el piropero – el que lleva a cabo el arte del piropo, igual que pintor, músico o poeta – lo efectuará en público, a una distancia prudente del objeto a deleitar y a altos volúmenes con el deseo de fundar carcajadas entre los presentes y lograr la aprobación de sus allegados. Usualmente utiliza metáforas directas y altamente descriptivas que puede decorar con objetos, animales o profesiones: “en el trancón de mi corazón, tu eres la buseta que más pita”, “nadie sabía que eras un ángel… hasta que abriste tus alas” o “preséntame a tu ginecólogo para…” – por decencia se dejan a la imaginación del lector. Previo al acto, se acompaña de un silbido de tono agudo y algún sinónimo de bonita – léase mamasita, mi amor, hermosura, hembrita, etc.

El casual o inesperado. Es el más versátil e inquieto de los tres. Se realiza comúnmente en lugares y eventos de reunión social. Este es mucho más privado – si se da en grupo es común que se utilice un tono de voz un poco bromista – por lo general participan únicamente el piropero y el piropeado. Normalmente, dadas las condiciones del ambiente - música alta y gente alrededor – se realiza cerca de la otra persona para que sólo ésta lo pueda oír utilizando un tono de voz no muy alto. Tiene la naturaleza de tener un alto potencial pero al mismo tiempo ser recatado. Si se esgrime de gran manera tiene la propiedad de crear duda: “¿qué habrá querido decir con eso?”. Podrían caer en el género el “te ves increíble hoy” o “¿qué te gustaría desayunar?” depronto – raspando – un “¿tu has ido a Venus? Porque yo voy a Marte todos los días”.

El refinado o elegante. Ocurre raramente. El género femenino podría alegar que está en peligro de extinción ya que su esencia habita en pocos ejemplares. Este tiene la propiedad de ser uno más elaborado dirigido a una sola persona. Usa información privilegiada de gustos específicos. A veces incluso, no se limita a las barreras del lenguaje, va siempre más allá. De pronto un dibujo, una canción o una artesanía. Es planificado y por lo general tiene un objetivo superior que busca sellar un paso o abrir camino hacia otra etapa. Marca un hito. Por obvias razones, está dirigido a una persona que ya se conoce.

El nuevo arte es tan flexible que el piropero no está encasillado en un género en particular, si bien puede buscar la especialización, los limites entre un género y otro carecen de barreras, son perfectamente transitables. Un piropero podrá tener la fortuna que no tuviese Pablo Neruda si hubiese escrito una comedia o que no tendrá Paco de Lucía si lanza una nueva canción de reggae en inglés. El género, más que depender del autor y su época, depende de otros elementos: de la persona piropeada y la reacción que se espera, del ambiente y claramente, del lugar; todos maleables al creador.

Consciente de la gran importancia y del potencial subvalorado que tiene este tipo de arte en la vida cotidiana, los invito a la meca que logró inspirar esta entrada. A que agucen el oído – seguramente descubrirán el final del ejemplo de piropo rústico – y se dejen seducir por los varios ilustrados que durante 15 minutos pregonan las más creativas y profundas frases que sin duda alguna los llevarán, sino a iniciarse, por lo menos a pasear un rato a través de la universidad del piropo. A que lo apoyen, lo practiquen y a convertirse, porqué no, en un artista de talla mundial – eso, o un dueño de una fonda más.

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